Cuando un poeta nace, su corazón no está cubierto
por piel, ni guardado dentro del pecho.
El corazón de un poeta está expuesto
al sentimiento,
el dolor,
el llanto,
la alegría,
la felicidad,
la tristeza,
y otras muchas sensaciones.
Un auténtico poeta no es feliz.
Él siente a través de ese órgano primordial que vibra,
las miserias del mundo.
Es fácil de reconocer a un verdadero poeta,
sólo hay que mirar a su pecho
y se verá un corazón sangrante.
Fátima Pacheco
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