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domingo, 16 de janeiro de 2011

Quién es Posada Carriles, el terrorista protegido por los EE.UU



¿Quién es Posada Carriles?
Nació en Cuba el 15 de febrero de 1928.
Al triunfo de la Revolución cubana se une a la contrarrevolución y se asila en la embajada de Argentina. Sale del país el 25 de febrero de 1961.

Fue miembro de la Brigada 2506, pero no participó en el desembarco de Bahía de Cochinos, Playa Girón. Posada se quedó en los campamentos reclutado por la CIA. Desde 1961 hasta 1963 funge como jefe de un team de infiltración. Posee conocimientos en técnica militar, táctica de espionaje y sabotajes; ha pasado cursos para misiones especiales, manejo de explosivos, demolición y en armas de fuego.
Al regreso a los Estados Unidos de los mercenarios presos en Cuba, ha declarado que se integró a la organización terrorista Comandos L. En 1963, pasó al ejército de Estados Unidos, recibió entrenamiento en Fort Benning. En 1964 se enrola como tripulante del buque madre de la CIA nombrado Venus. Se dedicó entonces a la compra y venta de armas y explosivos.
En Latinoamérica
Fue destinado a organizar los órganos represivos en Venezuela, primero en la Digepol y después en la DISIP. Estuvo vinculado a los planes de atentado contra dirigentes cubanos en Chile y en el atentado fraguado contra el presidente cubano Fidel Castro durante su visita a ese país en 1971; había obtenido y proporcionado al comando documentación falsa como miembros del equipo de televisión de Venezuela. También se relaciona con la desaparición de los funcionarios cubanos asesinados en agosto de 1976 en Argentina.
Cumplió diversas misiones criminales en varios países del área y diseñó un equipo de terroristas que envió a la DINA chilena durante el gobierno fascista de Augusto Pinochet.
Posada reclutó a los venezolanos Hernán Ricardo Losano y a Freddy Lugo para que fuesen los autores materiales del crimen de Barbados. Estos mercenarios colocaron las bombas que asesinaron a 73 personas, cuando un avión de la línea Aérea Cubana de Aviación explotó en pleno vuelo apenas unos minutos después de haber despegado del aeropuerto de Barbados el 6 de octubre de 1976.
Condena y fuga

Fue detenido junto a Orlando Bosch Ávila el 7 de octubre de ese mismo año por ser los patrocinadores de este vandálico hecho. Cuando la policía de Venezuela detuvo a Posada Carriles, después de la explosión de la aeronave, descubrió en su oficina un mapa de la ciudad de Washington donde aparecía el recorrido diario que el asesinado ex canciller de Chile Orlando Letelier hacía para ir a su trabajo.
El 8 de agosto de 1982 Posada se fuga de la cárcel y logra introducirse en la embajada de Chile en Caracas, pero es reintegrado a la misma. El 4 de noviembre de 1984 vuelve a intentarlo y fracasa; finalmente, se fuga definitivamente de la cárcel de máxima seguridad en San Juan de los Morros, el 18 de agosto de 1985.

El Salvador se convirtió, desde 1985 y hasta el presente, en el santuario preferido de este terrorista cubano. En septiembre de 1985 se le unió al también terrorista de origen cubano Félix Ismael Rodríguez Mendigutía, quien llegó a El Salvador en febrero de ese año, con instrucciones del teniente coronel Oliver North de organizar el suministro aéreo a la contra nica y apoyar las actividades de contrainsurgencia en ese país.
En ese año, un grupo de terroristas de Miami visitan a Posada Carriles en su refugio en El Salvador y le sugieren trasladarse a Honduras, entre ellos Juan Pérez Franco, entonces presidente de la Brigada 2506 y Rolando Mendoza, ex mercenario de la Brigada 2506, quien también lo visitó en diciembre de 1988 para planear un atentado contra el presidente de Cuba cuando visitara Venezuela. Gaspar Jiménez Escobedo y Ramón Font se encuentran con él días antes de ser derribado el avión norteamericano que dio origen al escándalo en la Operación Irán-Contra.
El entonces vice Ministro del Interior de Nicaragua, Luis Carrión Cruz, denunció el 15 de octubre de 1986 la participación de terroristas cubanos en la guerra en Centroamérica y la presencia de mercenarios norteamericanos como pilotos, entre estos John Peavate, Bill Coope y John McCraine.
Los 90

El terrorista Posada Carriles continuaría su accionar terrorista contra Cuba en estrecha relación con la mafia de Miami

El 15 de julio de 1992 el terrorista Gaspar Jiménez Escobedo viajó a Honduras para entrevistarse con Posada Carriles con el objetivo de conseguir un lanza cohete RPG-7, de fabricación soviética, el cual se emplearía para dispararle al avión en que viajaría el presidente Fidel Castro a la II Cumbre Iberoamericana, en Madrid, España.
A finales de 1996, Posada Carriles ultima los detalles de las acciones terroristas que serían realizadas en el interior de Cuba. Se mueve entre El Salvador y Guatemala, con un nuevo pasaporte salvadoreño auténtico a nombre de Francisco Rodríguez Mena, adquirido en 1995.
En 1997 son reclutados por Posada Carriles los guatemaltecos Jorge Venancio Ruiz y Marlon Antonio González Estrada, quienes colocaron la bomba en el hotel Sol Palmeras de la cadena Meliá, en Varadero, Cuba, y dos artefactos preparados, colocados y descubiertos sin explotar; el primero fue encontrado en el interior de una cubeta plástica dentro de un microbús de una empresa turística habanera y el segundo, debajo de un estanquillo de ventas en la terminal No. 2 del Aeropuerto Internacional José Martí de Ciudad de la Habana. Los terroristas para viajar utilizaron documentación falsa.

Entre el 4 y 20 de marzo de 1998 fueron detenidos los ciudadanos guatemaltecos: María Elena González Meza de Fernández, Nader Kamal Musalam Barakat, conocido también como Miguel Abraham Herrera Morales y Jazid Iván Fernández Mendoza, vinculados con las explosiones en La Habana durante el año 1997. Estos tres guatemaltecos, junto a los salvadoreños Ernesto Raúl Cruz León y Otto René Rodríguez Llerena, detenidos también por las autoridades cubanas, formaban parte de la red de mercenarios centroamericanos contratados por Luis Posada Carriles y financiados por la FNCA.
El 15 de noviembre de 1997, el diario The Miami Herald, publicó un extenso artículo resultado de una investigación sobre las bombas colocadas en varios hoteles en Cuba y la conexión de estos hechos con una banda de delincuentes salvadoreños, asaltantes de bancos, residencias y ladrones de autos.
El diario determinó que Luis Posada Carriles fue el “cerebro gris” de las actividades y para ello recaudó 15 000 dólares en Miami.

Los días 11, 12 y 13 de julio de 1998 Posada Carriles, alias Bambi, reveló al diario The New York Times que había recibido 200 000 dólares de la mano del presidente de la Junta de Directores de la FNCA, Jorge Mas Canosa, para ejecutar acciones terroristas en Cuba. También reconoció que Cruz León trabajaba para él. Agregó que otros mercenarios que le respondían estaban en libertad. Después desmintió en el Canal 23 Univisión de la televisión en Miami tales afirmaciones.
En otro artículo Posada declaró: “La CIA nos enseñó de todo. Nos enseñó sobre explosivos, asesinatos, bombas, sabotajes. Cuando los cubanos trabajaban para la CIA, se les llamaba patriotas.”
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El pájaro sigue depredando

En Noviembre del 2000, durante la celebración de la X Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado en Panamá, Posada Carriles fue detenido junto a Gaspar Jiménez, Pedro Remón y Guillermo Novo Sampol —connotados criminales de origen cubano— por conspirar para asesinar al presidente cubano Fidel Castro durante un encuentro internacional con estudiantes en Panamá.
Luego de un largo proceso penal fueron condenados por el intento de atentado con explosivos contra la vida de Fidel Castro en ese lugar y los miles de estudiantes panameños. Meses después fueron indultados por la presidenta panameña, Mireya Moscoso, en los últimos días de su gobierno, en un claro desacato a las leyes del país.

Fue Santiago Álvarez Fernández Magriña quien envió los dos aviones ejecutivos al aeropuerto de Tucumán de la capital panameña, en la madrugada del 26 de agosto de 2004, a recoger a los implicados en el atentado terrorista para llevarlos a Honduras, donde se le perdió el rastro a Posada luego que entrara a ese país con pasaporte norteamericano falso, hasta que reapareció en febrero del 2005 en Estados Unidos.
Había sido trasladado por la embarcación camaronera Santrina, propiedad de Santiago Álvarez desde un lugar de Centroamérica haciaEstados Unidos, con una pequeña escala en Isla Mujeres, a causa de un supuesto desperfecto ocasionado por haber encallado cerca de ese puerto. Entró a territorio estadounidense de forma ilegal.
El 13 de abril de 2005, Posada pidió asilo político en los Estados Unidos a través de su abogado. Había entrado en ese país de forma ilegal, a través de la frontera mexicana. El 3 de mayo, la Corte Suprema de Justicia de Venezuela aprobó un pedido de extradición para Posada. Ese mismo día el Secretario Asistente del Departamento de Estado de los EE.UU., Róger Noriega, aseguraba que quizás Posada no estaba en los Estados Unidos, y que quizás los cargos en su contra habían sido inventados.

Sin embargo, los documentos desclasificados por la CIA y el FBI muestran sus sospechas por su relación con la explosión del avión cubano en Barbados, a pocos días después de haber ocurrido.
El 17 de mayo del propio 2005, el Miami Herald llevó a cabo una entrevista con Posada en Florida. Ese mismo día fue detenido. Posada había reiterado su solicitud de asilo y estaba intentando salir ilegalmente del país.

Se le ha seguido un proceso en El Paso, Texas, bajo cargos por su estatus migratorio que nada tienen que ver con sus cuentas pendientes por múltiples actos terroristas cometidos. Estados Unidos se limitó a un solitario y tímido cargo en contra de este señor: haber ingresado al país sin papeles. En vez de hacer valer la justicia, el gobierno se limitó entonces a regañar al criminal.
El próximo 24 de enero del 2006 será revisada su situación migratoria lo que conllevaría a que pudiera ser liberado por el gobierno federal, amparado en una ley que prohíbe la detención indefinida de los indocumentados, cuya deportación a otro país —pedido hecho por Venezuela— no ha podido realizarse dentro de un plazo de 90 días.

El Juez de Inmigración William Abbott ordenó la deportación de Posada el 26 de septiembre de 2005, a cualquier país menos a Cuba o a Venezuela. La ley exige que, una vez emitida la orden de deportación contra un indocumentado, esta debiera ejecutarse dentro de un plazo de 90 días, pero, a la vez, también prohíbe la detención indefinida de aquellos a quienes el gobierno no ha podido deportar. En este caso, los 90 días comenzaron a contarse un mes después de emitida la orden judicial del Juez Abbott, que no fue apelada por el gobierno. Es decir, desde el 26 de octubre del 2005.

terça-feira, 31 de agosto de 2010

Adios a Iraq

Hoy estaba leyendo este artículo, escrito por el periodista Robert Fisk, en el blog de mi amigo Roberto Rabaina y pensé - Tengo que compartir con otras personas este artículo. Es una mirada muy critica do que se pasa y pasó en el Iraq. Todas las mentiras intentando justificar una guerra absurda, que tenia como objetivo robar el petroléo del pueblo iraquiano. El senor George Bush, persona que estoy segura va para el infieno cuando dejar este mundo, deberia responder por todos los delitos y asesinatos que ejecutó contra la humanidad. Él mandó matar no solo el pueblo iraquiano pero milles de soldados de su país y de sus aliados. Dejó abajó el artículo.
"
Por Robert Fisk
The Independent, 20/08/10
La Jornada, 20/08/10
Traducción de Gabriela Fonseca

Cuando se invade un país, tiene que haber ahí un primer soldado, y de la misma forma, tiene que haber un último.

El primer hombre al frente de la primera unidad de la primera columna del ejército estadounidense invasor que llegó a la plaza Fardous del centro de Bagdad, en 2003, fue el cabo David Breeze, del tercer batallón del cuarto regimiento de los marines. Por esa razón, cuando platiqué con él, hizo énfasis en que él no era un soldado porque los marines no son soldados. Son marines. Comentó que no había hablado con su mamá en dos meses y por ello, previsiblemente, le ofrecí mi teléfono satelital para que llamara a su hogar en Michigan. Todos los periodistas sabemos que tendremos una buena historia si le prestamos nuestro teléfono a un soldado durante la guerra.

“Hey, hola”, vociferó el cabo Breeze. “Estoy en Bagdad. ¡Llamé para saludarlos! Estoy bien. ¡Los quiero! La guerra terminará en unos cuantos días. Los veré pronto”.

Sí, todos pensaban que la guerra terminaría pronto y nadie consultó a los iraquíes sobre esta reconfortante noción. Los primeros ataques suicidas –un policía en un auto y después dos mujeres, también a bordo de un vehículo– ya habían dejado víctimas estadounidenses a lo largo de la carretera con destino a Bagdad. Iba a haber 100 más en los años siguientes. Iraq, en el futuro, vivirá otros 100.

No debemos tragarnos la tontería que ocurre en las últimas horas a lo largo de la frontera con Kuwait: el retiro de las últimas tropas de “combate” dos semanas antes de lo anticipado, ni tampoco las proclamas infantiles de que “ganamos” lanzadas por soldados adolescentes que deben haber tenido 12 años cuando George W. Bush envió a su ejército a esta catastrófica aventura iraquí.

Se quedarán en el territorio de Iraq más de 50 mil hombres y mujeres; una tercera parte del total de la fuerza de ocupación que seguirá siendo atacada y que tendrá que continuar la lucha contra la insurgencia.

Sí. Oficialmente los que se quedan deberán entrenar y convertir en tiradores y milicianos a los más pobres de entre los pobres que ahora forman el nuevo ejército iraquí, cuyo comandante no cree que esté listo para defender el país antes de 2020.

La ocupación, no obstante, continuará, pues uno de los “intereses estadounidenses” será proteger su presencia misma. Además se quedan miles de mercenarios armados e indisciplinados, tanto de Oriente como de Occidente, que andan disparando por todo Iraq para salvaguardar a nuestros preciados diplomáticos y empresarios. Así que digámoslo abiertamente: No nos vamos.

En cambio, los millones de soldados estadounidenses que han pasado por Iraq trajeron al país una plaga; una infección que se llama Al Qaeda. Esta provenía de Afganistán, país por el que tanto interés mostró Washington en 2001 y por el que volverá a interesarse a medida que se “retiren” de ahí también el año próximo. En Iraq quedó la enfermedad de la guerra civil. Se inyectó en el país la corrupción a gran escala. Se dejó el sello de la tortura en Abu Ghraib, prisión en que se retomó el honroso pasado de abusos que se aplicaba durante el mandato vil de Saddam Hussein. Claro, antes dicho sello de tortura quedó en Bagram y prisiones secretas en Afganistán. Iraq, tras la invasión, queda convertido en un país sectario. El gobierno de Hussein, con todo y su brutalidad y corrupción, supo conservar unidos a sunitas y chiítas.

Dado que los chiítas serán quienes gobiernen esta nueva “democracia”, los soldados estadounidenses dieron a Irán la victoria que en vano buscaron durante la terrible guerra contra Hussein, de 1980 a 1988. Ciertamente, hombres que atacaron la embajada de Estados Unidos en Kuwait en los malos tiempos pasados –hombres que fueron aliados de los atacantes suicidas que hicieron estallar la base de los marines en Beirut en 1983— ahora gobiernan Iraq.

Entonces el movimiento Dawa era de “terroristas”, pero ahora son “demócratas”. Qué gracioso que ahora olvidamos a los 241 soldados estadounidenses muertos en esa aventura en Líbano. En ese entonces, el cabo Breeze debió tener dos o tres años de edad.

La enfermedad se extendió. El desastre estadounidense infectó a Jordania con Al Qaeda, lo que se manifestó con los ataques con bomba contra un hotel en Ammán, y luego enfermó a Líbano nuevamente. El arribo de hombres armados del movimiento palestino Fatah al campamento palestino de Nahr al Bared, en el norte de Líbano, la guerra de 34 días con el ejército libanés y las numerosas muertes de civiles fueron resultado directo del levantamiento sunita en Iraq. Después, el Iraq invadido por Estados Unidos volvió a contagiar a Afganistán con atacantes suicidas; el combatiente que se autoinmola convirtió a los soldados estadounidenses, que eran hombres que peleaban, en hombres que se esconden

De cualquier modo, ahora están muy ocupados rescribiendo la narración. Murió al menos un millón de iraquíes. Al ex primer ministro británico Tony Blair no le importan, pues nunca los ha mencionado entre sus agradecimientos ni comparten las regalías de sus escritos, lo mismo que la mayoría de los soldados estadounidenses.

Vinieron, vieron y fracasaron. Y ahora dicen que triunfaron. Los árabes que sobreviven con sólo seis horas diarias de suministro eléctrico en su desolado país deben esperar que victorias como ésta no se repitan"