quarta-feira, 5 de outubro de 2011

El dolor por la injusticia aún se siente


2011.10.04 - 19:16:01 / web@radiorebelde.icrt.cu / Dailyn Ruano Martínez 
Familiares de las víctmas del sabotaje al vión cubano
No imaginaron jamás los pasajeros y la tripulación de la nave CU-455 que aquel 6 de octubre de 1976 sellaría para siempre sus vidas. Setenta y tres personas inocentes: 57 cubanos, 11 guyaneses y cinco coreanos. ¿Cómo predecirlo? ¿Cómo avizorar la ocurrencia de una tragedia promovida por terroristas?A los 24 integrantes del equipo juvenil de esgrima de Cuba, no les cabía tanto orgullo sano en el pecho. Ganadores de todas las medallas de oro en el recién finalizado Campeonato Centroamericano y del Caribe de ese deporte, añoraban llegar a la Patria felices por sus resultados.En la madrugada del día 6 de octubre habían arribado a Trinidad y Tobago los deportistas cubanos en un vuelo de la Pan American, procedentes de Caracas, Venezuela y el grupo de jóvenes guyaneses viajaban a Cuba para estudiar Medicina. La nave DC-8 de Cubana de Aviación que realiza el vuelo CU-455 sale hacia Barbados después de haber sido tomadas las medidas necesarias: no aceptar carga o correo, ni equipaje sin acompañante; chequear el equipaje de mano y revisar si los pasajeros iban armados, pero el equipo utilizado por las autoridades aduaneras no estaba preparado para detectar sustancias explosivas.El vuelo arriba al aeropuerto de Seawell, Barbados y entre quienes culminan su trayectoria de viaje se hallan Freddy Lugo y José Vázquez García (nombre falso con el que se encubrió Hernán Ricardo Lozano). La historia narra la hora exacta en que parte la nave con destino a Jamaica: las 17:15. Apenas unos minutos después, en pleno vuelo, se reporta en la torre de control el grito de alarma del capitán, Wilfredo Pérez.Una explosión en la cabina de pasajeros originó el fuego y desde entonces la crónica de aquel momento quedó registrada en la historia como uno de los crímenes más abominables asestados contra tantos inocentes. “Regresamos de inmediato; avisa a  Seawell", le orienta: " Seawell...;  Seawell... CU-455 -CU-455... "¡Tenemos una explosión y estamos descendiendo inmediatamente, tenemos fuego a bordo!” . A las 17:25:20 nuevamente llega a la torre de control la voz del copiloto: “ Seawell CU-455... Pedimos inmediatamente pista; inmediatamente pista.

  
Comillas de Textos
  

aquel momento quedó registrado en la historia como uno de los crímenes más abominables asestados contra tantos inocentes

  
- "CU-455 autorizado a aterrizar. Recibido"; responden desde la torre de control. 


Cuando la tripulación había dominado parcialmente la caótica situación y se habían  tomado las medidas en el afán de salvar las vidas el piloto pierde el control del aparato debido a una segunda explosión en el área de los baños traseros. 


Sin percatarse aún de la nueva complicación, el copiloto le grita:
"Eso es lo peor, pégate al agua, Felo, pégate al agua"


Esas últimas y desesperantes palabras quedaron como testigos de la barbarie gracias a la cinta magnetofónica con la conversación que mantuviera, en los minutos finales del vuelo, la tripulación del CU-455 con el aeropuerto de Seawell.

Con un elevado sentido de responsabilidad humana, el piloto hace girar la aeronave, así evitaría que cayera sobre la playa cercana. Desde áreas aledañas a las costas de Barbados, varias personas presenciaron el terrible hecho.


Poco tiempo después especialistas, equipos de buceo y barcos de la flota pesquera cubana laboraron en el rescate de las víctimas, que se hizo muy difícil por la profundidad donde se hallaban los restos de la nave.


El 14 de octubre los cuerpos de los cubanos que pudieron ser rescatados se trasladaron hacia La Habana y fueron expuestos en la base del Monumento situado en la Plaza de la Revolución "José Martí".


Inmediatamente por las sospechas que levantaron ambos individuos, las autoridades de Barbados advirtieron a Hernán Ricardo y Freddy Lugo, autores materiales del atentado.


Con posterioridad, los trinitarios informan a una comisión investigadora convocada por Barbados que Hernán Ricardo Lozano había declarado al jefe de la Policía ser miembro de la Agencia Central de Inteligencia (CIA); que en las pocas horas que permanecieron en Bridgetown tras bajarse del avión, habían ido del aeropuerto a la Embajada de Estados Unidos y que luego, desde el hotel, llamaron por teléfono a Caracas a Luis Posada Carriles (su jefe) y también a Orlando Bosch Ávila


Los conocidos terroristas habían planificado fríamente el sabotaje. El luto del pueblo, 35 años después, quizás no supere el dolor por la pérdida de vidas inocentes; pero aún clama por la impunidad del crimen.
  

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